Sociedad impasible
Lluís Sabino
Mataró
Estoy harto del despilfarro oficial y del pésimo sistema educativo, de que los bancos exhiban sin pudor sus cuantiosos beneficios, de las subvenciones, de los informes absurdos, de los enchufados. Cansado de las míseras pensiones, del paro, de las multinacionales sin escrúpulos, de que la justicia permita que okupen tu casa si te ausentas, del afán recaudatorio y de la prepotencia.
Pero, sobre todo, estoy harto de que la sociedad sea impasible, indiferente; de que no se regenere el sistema con gente capaz de acometer las profundas reformas que necesita este país.
Vida precaria
N. J. S.
Barcelona
He llegado a los 60 años y me doy cuenta de que los ciclos de la vida se van repitiendo y, como sucede actualmente, no solo se repiten, sino que empeoran. Las fuerzas implacables de la naturaleza, la precaria vida social y laboral de la gente que lo pierde todo cuando se frustran sus expectativas y la violencia gratuita e incontrolada del ser humano me producen una tristeza escalofriante y una impotencia sin límites.
Cuando pongo en marcha el televisor, a la hora de las noticias, no hay día en que no haya desastres y muertes. Ha llegado el momento de una concienciación colectiva, tanto política como moral, para que el siglo XXI no sea recordado como un paso atrás de una democracia que emergió con tan buenos augurios a mitad de los años 70 del siglo pasado.
Jubilación del 100%
Fernando Guerrero Barrio
Cornellà de Llobregat
El Gobierno propone alargar la edad de jubilación y el plazo de cálculo de cotización de los últimos 15 años. Esto supondrá que muchos trabajadores no puedan acceder al cobro de la pensión íntegra y que disfrutarán de ella muy poco tiempo. Toda persona tiene derecho a una pensión digna según su vida laboral, y con 40 años cotizados un trabajador debería poder prejubilarse con el 100% de la pensión, sin límite de edad, sin penalización y teniendo en cuenta toda la vida laboral, no solo los últimos 15 años.
Paralelamente, hay que acabar con los privilegios de los políticos. Como dijo el ministro de Fomento, José Blanco, sobre los controladores, «no puede ser que ustedes ganen un sueldo tan alto mientras se pide austeridad» a todos los ciudadanos.
Todos no somos iguales
En el aspecto que denuncia, el sistema español de pensiones no es justo. Es injusto que parlamentarios, con sólo siete años de ejercicio, puedan percibir el 80% de la base reguladora de su pensión, y que el resto de los cotizantes a la Seguridad Social deba esperar, en cambio, hasta 15 años para obtener justo la mitad de su base. Según nuestro sistema, a los políticos también les bastan once años para cobrar la totalidad de la pensión, mientras que los demás contribuyentes deben sumar 35 años para alcanzarla. Sobran comentarios, pero no la conclusión: que es un sistema injusto.
Lo es porque conmueve los principios elementales de la justicia distributiva, basada en la igualdad y la equidad, valores todos ellos amparados por el Estado social y democrático de derecho que nuestra Constitución establece. Pero, también, porque incumple una regla moral cada vez más necesaria y aclamada para la aplicación de dicha justicia distributiva: la solidaridad. Una vez más, en una sociedad donde todos somos en teoría iguales, unos son más iguales que otros. Y cuando los políticos se hacen diferentes a los ciudadanos, los políticos, lógicamente, ya no nos representan.