La antigua URSS desarrolló un programa científico destinado a disminuir la fuerza destructiva de los grandes terremotos, mediante la generación previa de otros más pequeños. El resultado de dichas investigaciones fue la construcción de una máquina para generar terremotos.
Con la caida de la URSS, el ejército de los Estados Unidos compró esta tecnología y reclutó a los científicos del proyecto soviético, con el objetivo de seguir desarrollándolo.
Con la caida de la URSS, el ejército de los Estados Unidos compró esta tecnología y reclutó a los científicos del proyecto soviético, con el objetivo de seguir desarrollándolo.
El siguiente vídeo (traducido por http://antimperialista.blogia.com/ ) es un extracto de un documental de una prestigiosa cadena de documentales. Su importancia radica en que es un miembro del propio establishment capitalista (como es dicha cadena de documentales) quien reconoce que el ejército norteamericano posee y desarrolla tecnología para provocar terremotos.
Recordemos que este ejército es el mismo que, entre otras cosas, arrojó las bombas nucleares sobre Hiroshima y Nagasaki, napalm y agente naranja sobre Vietnam o, más recientemente, uranio empobrecido en Irak.
¿Alguien cree que si Estados Unidos poseyese la tecnología para provocar terremotos contra un país enemigo o un objetivo militar, mucho más sutil que los anteriores métodos mencionados, no los utilizaría?
A estas alturas, la ingenuidad es un error que no nos podemos permitir, más teniendo en cuenta que están en juego la vida de millones de seres humanos inocentes, como los que fallecieron en Haití, victimas del terremoto, y las que fallecerán como consecuencia de la subsiguiente ocupación militar del país caribeño, iniciada por el ejército estadounidense, justo después de dicho terremoto.
Por todo ello y por los múltiples indicios de utilización de Técnicas de Modificación Ambiental en el terremoto de Haití, volvemos a insistir en la necesidad de llevar a cabo la más amplia investigación sobre el estado actual de dichas técnicas ¡Ya no es sólo una cuestión de ideales, sino de supervivencia.