La presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, se le escapó ayer un vocablo malsonante cuando creía que únicamente era escuchada por su vicepresidente primero, Ignacio González. Pero el vocablo malsonante llegó, cosas del destino, a oídos de todos –y probablemente también a los de su destinatario– por culpa de un micrófono traicionero que no fue apagado a tiempo. Y todo hubiera quedado en una simple anécdota si, tras sus palabras, no se escondiera su eterna guerra con el alcalde de la capital, Alberto Ruiz-Gallardón, y la pugna de poder en Caja Madrid.
«Yo creo que hemos tenido la inmensa suerte de poder darle un puesto a IU, quitándoselo al hijoputa», le dijo a González, pensando que la conversación era privada. La responsable del Ejecutivo autonómico valoraba así su reciente movimiento de piezas en la citada entidad financiera, a fin de sacar de la partida al consejero Fernando Serrano (afín a Gallardón) y colocar en su lugar a Rubén Cruz, vinculado a IU.
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