Hace unos días hablaba con un amigo militante de Ecologistas en Acción sobre la forma en que se manipula, desde el “Poder“, al movimiento ecologista y toda la ideología del reciclaje para ir implantando, paso a paso, el sistema de control orwelliano en la sociedad. Mi amigo reconocía que había cosas que eran ciertamente contradictorias en muchos aspectos relacionados con el movimiento, pero que la mayor parte de la gente que conocía tenía bellas intenciones en esto.
“Por supuesto”, le dije yo. “Siempre se emplea la misma fórmula de tomar una gran Verdad y construir sobre ella una montaña de Mentiras que hunden la Verdad en lo más profundo, y a nosotros con ella”.
Un buen ejemplo de todo esto me parece la ideología del reciclaje. Está basada en una idea muy básica y extensamente compartida por todo el mundo de que en las sociedades de consumo generamos demasiados deshechos , lo que nos obliga a producir más productos y tirar más deshechos en una espiral sin fin, con el consiguiente daño al ecosistema.
En esa idea básica, tan obvia, se ha construido el modelo ideológico y práctico de la sociedad del reciclaje que está llegando a extremos como que espíen tus basuras. Las cámaras “espía” de los contenedores de basura aun no han llegado a España, pero sí lo han hecho la “polícia” de la basura que puede mirar el contenedor de tu vecindario de improviso y multar a tu comunidad de vecinos si encuentra algún elemento fuera del ciclo de reciclaje.
Esto que llaman ya en Gran Bretaña el “Bin Brother” (Bin o “contenedor de basura” en inglés) se va implementando en muchos países de forma silenciosa, pero segura y el ritmo es exactamente el mismo que sigue la introducción del personal a la ideología del reciclaje a golpe de propaganda y programas “educativos” de todo tipo, con los que, cómo no, los medios de comunicación de masa, colaboran solidariamente.
Le comenté a mi amigo el extremo al que están llegando las cosas cuando a programas de radio, con espacios dedicados en exclusiva a este tema, llaman oyentes con preguntas dirigidas al “experto” en reciclaje preocupados por la forma en la que habría que reciclar convenientemente un preservativo usado, dado que contiene material plástico por un lado y restos orgánicos por el otro. Este es un hecho real. Opino que el “experto” tenía en ese momento la oportunidad de recordar a sus preocupados fieles oyentes de que la virtud está en el equilibrio y de que tal vez no haya que llegar a estos extremos de neurosis obsesiva por el reciclaje, pero no. Ante mi sorpresa el experto le contestó que la pregunta era buena, pero que, lo más conveniente, para evitar problemas era resolver tirarlos en el contenedor de residuos plásticos. Todos podemos hacer un ejercicio para intentar imaginar esos problemas.
No es ninguna sorpresa para mí comprobar que se ha alcanzado ya este grado de neurosis en la sociedad cuando veo a tantas personas con 4, 5 y hasta 6 cubos de basura en su casa, para separar incluso la botella de leche vacía de su etiqueta de papel.
Pero volviendo al inicio, el tema de conversación con mi amigo derivó al final en otra cuestión tanto o más importante que todo lo anterior cuando le dije que otro buen ejemplo de cómo se construía una mentira dañina y venenosa sobre una verdad incontrovertible, como es la necesidad de moderar el gasto energético, era el asunto de las bombillas de bajo consumo.
- “¿Qué pasa con las bombillas de bajo consumo?”
- “¿No os han informado del problema de las bombillas de bajo consumo?”
- “No tengo idea de que exista problema alguno con esas bombillas y tengo toda mi casa iluminada con esas bombillas”.
Inmediatamente supe cual sería el tema de mi próximo post.
El Gobierno aprobó el 1 de agosto de 2008 el Plan de Ahorro y Eficiencia Energética 2008–2011, un plan, que constaba de 31 medidas que, supuestamente, nos permitiría ahorrar el equivalente al 10 por ciento de nuestras importaciones anuales de petróleo y alcanzar un ahorro de cerca de 50 millones de barriles de petróleo. Una de esas medidas, un tanto exótica, incluía el reparto de 44 millones de bombillas de bajo consumo que se distribuyeron mediante reparto gratuito y vales de regalo (uno por hogar) que llegaban a los usuarios con la factura de la luz y que podían canjear en las oficinas de Correos.
No sólo resultaba exótico el modo de distribución, una forma de campaña de marketing pocas veces vista en países capitalistas, empleando incluso el servicio de Correos, sino además el hecho de que esa gigantesca campaña de marketing se ponía en marcha para unas bombillas que estaban fabricadas en China, lo cual, apoyado por el Ministerio de Comercio e Industria, no deja de tener mucha gracia.
Las bombillas de bajo consumo se han vendido como más eficientes que las tradicionales, lo que debería compensar la diferencia de precio enorme que existe y en España, al menos, las autoridades en salud pública y medioambiente han hecho la vista gorda ante los enormes peligros para la salud pública y el medioambiente que comportan estos nuevos “chuquis” venenosos en nuestros hogares y lugares de trabajo.
Desde luego, algunas asociaciones ecologistas y medios de comunicación han alertado sobre algunos de los peligros pero, dado que mi amigo, tan comprometido con el medioambiente, no se había enterado a estas alturas, presumo que el mensaje no ha quedado muy claro, sino ha sido barrido por completo.
Las lámparas compactas fluorescentes o CFL están rellenas con mercurio tóxico que sin las convenientes medidas de seguridad dañan enormemente el medioambiente.
Un informe publicado en 2008 por el Departamento de Protección del Medioambiente de Maine reveló que la CFL cuando se rompe, libera altos niveles de mercurio al aire. Los estándares admiten generalmente 300 nanogramos de mercurio por metro cúbido en el aire, pero si una de estas chuqui-bombillas se rompe se liberan automáticamente 50.000 nanogramos por metro cúbico o más de 166 veces el nivel de seguridad.
Aunque las bombillas CFL no están consideradas, ni son tratadas como residuos peligrosos, deberían serlo por el enorme perjuicio que conllevan para el medioambiente.
A estas alturas, me imagino que el que jamás haya oido hablar de este tema estará balbuceando atónito preguntándose “có…có…..mo….es….po…no…pu….imposible”, pensando en la enorme maquinaria de propaganda puesta en marcha para introducir ese peligro potencial en millones de hogares donde muchas personas ancianos, niños, mujeres embarazadas, no tienen la menor idea de lo que es un residuo peligroso, ni se plantean que hayan podido llegar estos “chuquis” luminosos desde China (también se fabrican en otros países) con la ayuda inestimable del Gobierno de España.
Los residuos peligrosos pueden contaminar los ríos, lagos, reservas de aguas, aguas subterráneas…de manera que si las bombillas de bajo consumo no son separadas en contenedores apropiados (y no veo mucha alarma social , ni medioambiental al respecto) las CFL podrían causar consecuencias desastrosas para el medioambiente.
Pero es que, por si todo lo anterior fuera poco, las bombillas CFL emiten altos niveles de radiación, causando dolores de migraña, alteraciones en el sueño y fatiga, entre otros problemas. A diferencia de las bombillas incandescentes tradicionales, las CFL emiten “energía sucía” en exceso, o frecuencias electromagnéticas, un hecho que ha sido poco entendido por los ecologistas, o por los medios de comunicación de masas, a la hora de valorar su rosario de perjuicios para la salud, enfocados tal vez en exceso en la calentología, una pseudo-ciencia construida en base a mentiras convenientes para algunos, como muchos ya sabemos.
Si el mercurio y sus efectos son el problema cuando las CFL se rompen y están fuera de uso, las altas cantidades de polución de FEM (Frecuencias Electro-Magnéticas) son el problema cuando las bombillas están en funcionamiento. Hay tecnología para tratar de protegernos de estas frecuencias tóxicas, y aparatos para medir los niveles de toxicidad pero la mayor parte de la gente, ni siquiera es consciente de sus peligros. De forma similar a las antenas de telefonía o la irradiación de los alimentos, la radiación FEM supone serias amenazas a los humanos y animales que son expuestos en exceso.
Dicho de otro modo más directo para que no generes dudas respecto a esta información: las bombillas “chuqui-CFL de bajo consumo” llegadas de China que te regalaron con la factura de la luz (que seguro que subió ese mes) polucionan tu casa de frecuencias electromagnéticas tóxicas para tu salud.
Según David Stetzer de Stetzer Electric, las lecturas por encima de 50 GS (Gauss) son indeseables y dañinas. En esta página, dedicada en exclusiva a este tema, el autor asegura que después de medir los efectos de las bombillas de CFL en casa con un contador Graham/Stetzer, siete de las 11 bombillas testadas generaron niveles superiores a 50 GS, algunas incluso muy superiores. Este es el resultado de su test con marcas comerciales en venta en USA:
Lumacoil 15W ~700+ GS unidades
Commercial Electric 4W ~200+ GS, ~220+ GS
n:vision 14W ~200+ GS
n:vision 9W ~140+ GS
Commercial Electric 9W ~70+ GS
n:vision 9W ~70+ GS
Lights of America 13W ~70+ GS
Lights of America 20W ~35+ GS
Sylvania 13W ~ 20+ GS
Compax (GE) 15W ~0+ GS, ~0+ GS
IKEA 11W ~0+ GS
La cuestión es que estamos hablando de niveles de GS de una sola bombilla y los niveles de seguridad de 50 GS tendrían que ser la lectura máxima superior combinando todo lo que hay en tu espacio (ordenadores, televisores, wifi, teléfonos..) por lo que en realidad cualquier nivel de 20 GS o 35 GS en una sola bombilla es una barbaridad.
Por cierto, Greenpeace en lugar de alertar a la población, aclara que todo está de maravilla. Que no nos preocupemos.
Las bombillas LED, por otro lado, son mucho más seguras que las CFL. Los que estén preocupados por el medioambiente pueden investigar estas LED como forma alternativa para ahorrar energía, ya que aunque son más caras, emiten menos FEM y son más seguras para el medioambiente.
La razón por la que nos bombardean con Frecuencias Electromagnéticas dañinas para el ser humano por medio de: chemtrails, HAARP (y similares), antenas de “telefonía”, alimentos radiados, genéticamente modificados etc. etc. etc. es la misma por la que han introducido e implantado exitosamente la TDT y tiene que ver con el intento desesperado de tomar el C O N T R O L. Respecto a esto último, la TDT, que merece un post aparte, un empleado de IBM durante 31 años, Patrick Redmond, asegura que el paso obligatorio de la televisión análoga a la digital se hace principalmente para liberar frecuencias UHF y VHF y hacer sitio en la banda de frecuencias para que los escáners puedan leer los microchips RFID implantables y, de esa forma, poder hacer seguimiento de las personas chipeadas por todo el mundo.
En otras palabras, la TDT está aquí ya para implantar el RFID.Y ahora añade a eso CFL, HAARP, GMO y ya tienes una buena sopa de letras. ¡Que aproveche!.
“Por supuesto”, le dije yo. “Siempre se emplea la misma fórmula de tomar una gran Verdad y construir sobre ella una montaña de Mentiras que hunden la Verdad en lo más profundo, y a nosotros con ella”.
Un buen ejemplo de todo esto me parece la ideología del reciclaje. Está basada en una idea muy básica y extensamente compartida por todo el mundo de que en las sociedades de consumo generamos demasiados deshechos , lo que nos obliga a producir más productos y tirar más deshechos en una espiral sin fin, con el consiguiente daño al ecosistema.
En esa idea básica, tan obvia, se ha construido el modelo ideológico y práctico de la sociedad del reciclaje que está llegando a extremos como que espíen tus basuras. Las cámaras “espía” de los contenedores de basura aun no han llegado a España, pero sí lo han hecho la “polícia” de la basura que puede mirar el contenedor de tu vecindario de improviso y multar a tu comunidad de vecinos si encuentra algún elemento fuera del ciclo de reciclaje.
Esto que llaman ya en Gran Bretaña el “Bin Brother” (Bin o “contenedor de basura” en inglés) se va implementando en muchos países de forma silenciosa, pero segura y el ritmo es exactamente el mismo que sigue la introducción del personal a la ideología del reciclaje a golpe de propaganda y programas “educativos” de todo tipo, con los que, cómo no, los medios de comunicación de masa, colaboran solidariamente.
Le comenté a mi amigo el extremo al que están llegando las cosas cuando a programas de radio, con espacios dedicados en exclusiva a este tema, llaman oyentes con preguntas dirigidas al “experto” en reciclaje preocupados por la forma en la que habría que reciclar convenientemente un preservativo usado, dado que contiene material plástico por un lado y restos orgánicos por el otro. Este es un hecho real. Opino que el “experto” tenía en ese momento la oportunidad de recordar a sus preocupados fieles oyentes de que la virtud está en el equilibrio y de que tal vez no haya que llegar a estos extremos de neurosis obsesiva por el reciclaje, pero no. Ante mi sorpresa el experto le contestó que la pregunta era buena, pero que, lo más conveniente, para evitar problemas era resolver tirarlos en el contenedor de residuos plásticos. Todos podemos hacer un ejercicio para intentar imaginar esos problemas.
No es ninguna sorpresa para mí comprobar que se ha alcanzado ya este grado de neurosis en la sociedad cuando veo a tantas personas con 4, 5 y hasta 6 cubos de basura en su casa, para separar incluso la botella de leche vacía de su etiqueta de papel.
Pero volviendo al inicio, el tema de conversación con mi amigo derivó al final en otra cuestión tanto o más importante que todo lo anterior cuando le dije que otro buen ejemplo de cómo se construía una mentira dañina y venenosa sobre una verdad incontrovertible, como es la necesidad de moderar el gasto energético, era el asunto de las bombillas de bajo consumo.
- “¿Qué pasa con las bombillas de bajo consumo?”
- “¿No os han informado del problema de las bombillas de bajo consumo?”
- “No tengo idea de que exista problema alguno con esas bombillas y tengo toda mi casa iluminada con esas bombillas”.
Inmediatamente supe cual sería el tema de mi próximo post.
El Gobierno aprobó el 1 de agosto de 2008 el Plan de Ahorro y Eficiencia Energética 2008–2011, un plan, que constaba de 31 medidas que, supuestamente, nos permitiría ahorrar el equivalente al 10 por ciento de nuestras importaciones anuales de petróleo y alcanzar un ahorro de cerca de 50 millones de barriles de petróleo. Una de esas medidas, un tanto exótica, incluía el reparto de 44 millones de bombillas de bajo consumo que se distribuyeron mediante reparto gratuito y vales de regalo (uno por hogar) que llegaban a los usuarios con la factura de la luz y que podían canjear en las oficinas de Correos.
No sólo resultaba exótico el modo de distribución, una forma de campaña de marketing pocas veces vista en países capitalistas, empleando incluso el servicio de Correos, sino además el hecho de que esa gigantesca campaña de marketing se ponía en marcha para unas bombillas que estaban fabricadas en China, lo cual, apoyado por el Ministerio de Comercio e Industria, no deja de tener mucha gracia.
Las bombillas de bajo consumo se han vendido como más eficientes que las tradicionales, lo que debería compensar la diferencia de precio enorme que existe y en España, al menos, las autoridades en salud pública y medioambiente han hecho la vista gorda ante los enormes peligros para la salud pública y el medioambiente que comportan estos nuevos “chuquis” venenosos en nuestros hogares y lugares de trabajo.
Desde luego, algunas asociaciones ecologistas y medios de comunicación han alertado sobre algunos de los peligros pero, dado que mi amigo, tan comprometido con el medioambiente, no se había enterado a estas alturas, presumo que el mensaje no ha quedado muy claro, sino ha sido barrido por completo.
Las lámparas compactas fluorescentes o CFL están rellenas con mercurio tóxico que sin las convenientes medidas de seguridad dañan enormemente el medioambiente.
Un informe publicado en 2008 por el Departamento de Protección del Medioambiente de Maine reveló que la CFL cuando se rompe, libera altos niveles de mercurio al aire. Los estándares admiten generalmente 300 nanogramos de mercurio por metro cúbido en el aire, pero si una de estas chuqui-bombillas se rompe se liberan automáticamente 50.000 nanogramos por metro cúbico o más de 166 veces el nivel de seguridad.
Aunque las bombillas CFL no están consideradas, ni son tratadas como residuos peligrosos, deberían serlo por el enorme perjuicio que conllevan para el medioambiente.
A estas alturas, me imagino que el que jamás haya oido hablar de este tema estará balbuceando atónito preguntándose “có…có…..mo….es….po…no…pu….imposible”, pensando en la enorme maquinaria de propaganda puesta en marcha para introducir ese peligro potencial en millones de hogares donde muchas personas ancianos, niños, mujeres embarazadas, no tienen la menor idea de lo que es un residuo peligroso, ni se plantean que hayan podido llegar estos “chuquis” luminosos desde China (también se fabrican en otros países) con la ayuda inestimable del Gobierno de España.
Los residuos peligrosos pueden contaminar los ríos, lagos, reservas de aguas, aguas subterráneas…de manera que si las bombillas de bajo consumo no son separadas en contenedores apropiados (y no veo mucha alarma social , ni medioambiental al respecto) las CFL podrían causar consecuencias desastrosas para el medioambiente.
Pero es que, por si todo lo anterior fuera poco, las bombillas CFL emiten altos niveles de radiación, causando dolores de migraña, alteraciones en el sueño y fatiga, entre otros problemas. A diferencia de las bombillas incandescentes tradicionales, las CFL emiten “energía sucía” en exceso, o frecuencias electromagnéticas, un hecho que ha sido poco entendido por los ecologistas, o por los medios de comunicación de masas, a la hora de valorar su rosario de perjuicios para la salud, enfocados tal vez en exceso en la calentología, una pseudo-ciencia construida en base a mentiras convenientes para algunos, como muchos ya sabemos.
Si el mercurio y sus efectos son el problema cuando las CFL se rompen y están fuera de uso, las altas cantidades de polución de FEM (Frecuencias Electro-Magnéticas) son el problema cuando las bombillas están en funcionamiento. Hay tecnología para tratar de protegernos de estas frecuencias tóxicas, y aparatos para medir los niveles de toxicidad pero la mayor parte de la gente, ni siquiera es consciente de sus peligros. De forma similar a las antenas de telefonía o la irradiación de los alimentos, la radiación FEM supone serias amenazas a los humanos y animales que son expuestos en exceso.
Dicho de otro modo más directo para que no generes dudas respecto a esta información: las bombillas “chuqui-CFL de bajo consumo” llegadas de China que te regalaron con la factura de la luz (que seguro que subió ese mes) polucionan tu casa de frecuencias electromagnéticas tóxicas para tu salud.
Según David Stetzer de Stetzer Electric, las lecturas por encima de 50 GS (Gauss) son indeseables y dañinas. En esta página, dedicada en exclusiva a este tema, el autor asegura que después de medir los efectos de las bombillas de CFL en casa con un contador Graham/Stetzer, siete de las 11 bombillas testadas generaron niveles superiores a 50 GS, algunas incluso muy superiores. Este es el resultado de su test con marcas comerciales en venta en USA:
Lumacoil 15W ~700+ GS unidades
Commercial Electric 4W ~200+ GS, ~220+ GS
n:vision 14W ~200+ GS
n:vision 9W ~140+ GS
Commercial Electric 9W ~70+ GS
n:vision 9W ~70+ GS
Lights of America 13W ~70+ GS
Lights of America 20W ~35+ GS
Sylvania 13W ~ 20+ GS
Compax (GE) 15W ~0+ GS, ~0+ GS
IKEA 11W ~0+ GS
La cuestión es que estamos hablando de niveles de GS de una sola bombilla y los niveles de seguridad de 50 GS tendrían que ser la lectura máxima superior combinando todo lo que hay en tu espacio (ordenadores, televisores, wifi, teléfonos..) por lo que en realidad cualquier nivel de 20 GS o 35 GS en una sola bombilla es una barbaridad.
Por cierto, Greenpeace en lugar de alertar a la población, aclara que todo está de maravilla. Que no nos preocupemos.
Las bombillas LED, por otro lado, son mucho más seguras que las CFL. Los que estén preocupados por el medioambiente pueden investigar estas LED como forma alternativa para ahorrar energía, ya que aunque son más caras, emiten menos FEM y son más seguras para el medioambiente.
La razón por la que nos bombardean con Frecuencias Electromagnéticas dañinas para el ser humano por medio de: chemtrails, HAARP (y similares), antenas de “telefonía”, alimentos radiados, genéticamente modificados etc. etc. etc. es la misma por la que han introducido e implantado exitosamente la TDT y tiene que ver con el intento desesperado de tomar el C O N T R O L. Respecto a esto último, la TDT, que merece un post aparte, un empleado de IBM durante 31 años, Patrick Redmond, asegura que el paso obligatorio de la televisión análoga a la digital se hace principalmente para liberar frecuencias UHF y VHF y hacer sitio en la banda de frecuencias para que los escáners puedan leer los microchips RFID implantables y, de esa forma, poder hacer seguimiento de las personas chipeadas por todo el mundo.
En otras palabras, la TDT está aquí ya para implantar el RFID.Y ahora añade a eso CFL, HAARP, GMO y ya tienes una buena sopa de letras. ¡Que aproveche!.
Fuente: Trinity a Tierra